De nuevo primavera para el cuerpo


El verdadero cambio, si bien florece en belleza, no se anuncia como placentero...amenaza con traspasar estructuras, se presume trasbalsador, activa resistencias y requiere el abandono de muchas hĆ”bitos que "sentimos" positivos. Muchas personas hoy en dĆ­a rebuscan entre las cada vez mĆ”s numerosas vĆ­as de desarrollo personal en las que el cuerpo es el centro de atención. Me parece importante preguntarse, en tantos momentos como sea posible, si bĆŗsqueda y vĆ­a se proyectan hacia un cambio profundo que se traduzca en un modo de vivir y de actuar, o si solamente estĆ”n dirigidos a la obtención de una experiencia seductoramente liberadora, a la que acudir repetidamente, para mientras seguir alimentando los viejos hĆ”bitos y mecanismos desde lo cotidiano. 

El hĆ”bito conocido, aunque suponga mucha tensión, esfuerzo y secuestro del verdadero ser, a priori "se siente" bueno y cómodo. Lo nuevo, por mĆ”s bueno y bello que sea, "se siente a priori", raro e incómodo. Sin embargo, tras la entrega desde la conciencia, en un breve plazo estas sensaciones se invierten y comienza a arraigar una percepción mĆ”s fidedigna de lo que es el estado de bienestar. Sin la conciencia, aferrados al regocijo del disfrute inmediato, a la corta o a la larga aparece el sufrimiento para llegar a desengaƱarnos de la placentera comodidad habitual: muchos rodeos dolorosos, lesiones, pĆ©rdidas innecesariamente traumĆ”ticas, sentimientos profundos de incapacidad para la vida, etc. 

Nuestros cuerpos son tremendamente maleables. Al contrario de lo que suponemos son flexibles y adaptables a toda experiencia. Por tanto, dejarse llevar no asegura un cambio permanente. Si bien a veces es necesario partir de una entrega catĆ”rtica que libere la contención, la transformación real no se produce hasta que: identificamos la experiencia adecuada, la integramos en la conciencia y nos proyectamos en preservarla del hĆ”bito, a travĆ©s de una atención amorosa, en todo lo que hacemos. De inmediato, sostenidos por la atención consciente, toda experiencia se siente fĆ”cil, vibrante y plena. 

Cambiar el cuerpo de modo permanente sin cambiar nuestra vida, nuestro modo de relacionarnos, es sencillamente imposible. Y viceversa.


Este cambio se alinea con una consciente primavera: atravesando resistencias para abrirse a la vida y el amor!


Ser, estar, permanecer, transformarse


QuĆ© es la esencia de mi ser? que es lo autĆ©ntico? lo que estĆ” desde siempre y para siempre, lo que es inmutable?  cuanto mĆ”s me pregunto mĆ”s me respondo. Y sin embargo las preguntas siguen: que es eso que es imprescindible y evito? que es eso que hay debajo de debajo de lo que se ve, bajo las capas que hay debajo de la capa externa, la bonita, la que pretende equilibrio y supura extraƱos modos. Cuando atravesando defensas me invade ese modo que amenaza erupcionar, sin resistencia posible, resulta que la temida fiera se transforma en sonrisa, deleite, gozo, amor, se disipa como humo, y se despeja un paisaje inĆ©dito. Dejar salir la oscura fiera es sólo un medio para alcanzar mi ser, es la guardiana del templo, celosa vigilancia, amiga como puede serlo un perro de presa. Cuando se siente presionada se dispara y ataca, libera su agresividad causando estragos… Cuando la capa externa se suaviza, mostrando transparencias que alcanzan las capas profundas, no supurando sino permitiendo el fluir, el perro baja la guardia, duerme confiado. Entonces no hay nadie. No hay capas, no hay perro, no hay yo, solo esencia que atraviesa y alcanza otros muros mĆ”s allĆ” para atravesarlos tambiĆ©n.

Yo no soy lo que se ve, y tampoco soy lo que estÔ oculto, lo que yo soy no se ve y no estÔ, sólo es. Gobierna en quietud y en silencio. Esperando.

¿QuĆ© relación hay entre la mano y el cerebro?


En el ser humano, el cerebro “piensa” y la mano “hace”. No ocurre de la misma manera en el resto de animales vertebrados. TambiĆ©n hay una diferencia representativa en el nombre: garra/ pezuƱa o mano.

Aunque habría personas que discutirían si los animales tienen o no pensamientos, lo que es menos discutible es que no representan pensamientos, es decir no los traducen en una creación que no sea estrictamente funcional como por ejemplo para alimentarse o crear sus nidos.

En la mano humana el dedo pulgar tiene la capacidad de diferenciarse de los otros cuatro dedos y permite asir con firmeza y finura los objetos . Esta característica singular permite una gran sutilidad para plasmar nuestras ideas y sentimientos a través de la creación con materiales y herramientas.

El alto grado de precisión y ductilidad de la mano no sólo estĆ” Ć­ntimamente relacionada con la capacidad de representar pensamientos sino tambiĆ©n con la posición erecta : la libertad de movimiento en las dos extremidades superiores, obtenida gracias a la posición erguida sobre las dos extremidades inferiores, permite alcanzar objetos y manipularlos a voluntad en un Ć”ngulo cercano a la vista. Un cuerpo bien equilibrado en esa posición facilita la coordinación óculo-manual y por tanto el buen desarrollo de habilidades como la escritura, la pintura, la mĆŗsica con instrumentos, y cualquier otra en la que se vea implicado el uso de la mano. Siempre que realizamos una actividad que implique la destreza manual, en realidad estĆ” implicado el equilibrio de toda nuestra estructura corporal y, por tanto,  de un mejor o peor uso global de la misma se derivarĆ” tambiĆ©n una mayor o menor capacidad de expresión de pensamientos y emociones, y sin duda, una mayor o menor salud integral.

Tenemos tanto tiempo y tan poco que hacer!


En esta vorÔgine que hace mucho que vamos viendo emerger y robarnos la música de los lagos en calma...creÔmoslo... hay muy poco que hacer.

Pero la sensación es de que si ralentizamos nos perderemos algo importante, o, tal vez, que si paramos, nos arrollarĆ” el desorden, el caos devorador, la nada, la indigencia o la soledad. Sentimos las rĆ”fagas de aire que movilizamos al apresurarnos en el afĆ”n por la supervivencia ¿amenazada?.

Un programa diestro (y siniestro, no se sabe cuĆ”ndo y cómo dictado), insta a no permanecer en el momento ni un momento. ¿Podemos modificarlo?

Sin embargo los lagos siguen ahƭ, los internos y los externos (algunos). Los bosques y los atardeceres, la frescura de la lluvia y la calidez del sol cuando escampa. Los millones de rayos de sol que se filtran en nuestros momentos, cosiƩndolos, con los de las personas con quienes los compartimos. Un pespunte de sol que viene cosiendo los tiempos compartidos por los seres que vivieron a travƩs de millones de aƱos y se fueron, pero que estƔn vivos a travƩs nuestro.

El tiempo otorga silencio, quietud, espacio para que se desenrolle el itinerario interno. oportunidad para no actuar según los anquilosados patrones, momentos de infinitud. Con tiempo, el sentido del tiempo, tal y como se conoce, se desvanece, y con él, la prisa y la desidia. El sabor de la vida aparece.

Cuando se funde la frontera entre, la presión por hacer y el vacío eco de mi templo interior, se instala en mí una paz que me expande. Me quedo a veces muy pequeña, o eso parece, pero vibrante, y mi mirada, mi percepción, mi entendimiento, alcanzan territorios inexplorados. Brota el deseo, la alegría, la fuerza, el agradecimiento.

Me repito:       tengo tiempo,     tengo tiempo,      tengo tiempo,      si algo tengo...   es TIEMPO!

Del punto inmovil nace la danza


Soltar el esfuerzo innecesario es descubrir que lo que "se hace sólo", es un espléndido sostén, aún y cuando suponga una previa caída transitoria, las mÔs de las veces vértigo falso y fugaz, delatador de las fuerzas no auténticas que nos sustentaban. Es la recuperación de la confianza en la bondad de nuestro "estar" y del contacto con nuestra existencia tal cual es.
Si nos entregamos y lo acompaƱamos, la vida, por sƭ, nos guƭa: de atrƔs hacia adelante, aliada con el tiempo, de dentro hacia afuera, aliada con el espacio y, de abajo hacia arriba, aliada con la fuerza de la gravedad.

Nutrirnos de momentos de entrega y sostén real es un drenaje de las "toxinas" acumuladas en forma de represión y negación de nuestra persona. Gotas de tinta en un lago claro. Entramos en contacto con la fuerza auténtica que pulsa dentro nuestro. Acompañandola, se abre con potencia todo el abanico de nuestras capacidades, la propia danza, madre nutridora de todas las danzas. El lago de colores.